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miércoles, 27 de noviembre de 2013

China, dragón o parásito


Este libro inteligible, breve y sintético, lastrado quizás por consideraciones ideológicas no totalmente justificadas, constituye una excelente introducción al tema capital del impacto de la nueva China sobre el escenario tecno-económico mundial. Julián Pavón, su autor, es Catedrático de Organización Empresarial y a su condición de economista une su formación como ingeniero industrial que le permite afrontar con conocimiento de causa un país gobernado en gran medida, tras los desvaríos doctrinarios del maoísmo, por ingenieros.

China es hoy no solo la mayor fábrica del mundo, también su mayor banquero. Su enorme reserva de divisas le permite comprar paulatinamente el planeta. Vivimos un cambio de era... que el autor juzga de manera negativa haciendo hincapié en el carácter no democrático del gobierno chino y en su enfoque de política económica más "listiano" que "smithiano". Es decir: centrado en un acaparamiento de potencia sin precedentes en la historia económica mundial realizado por esta inmensa nación-estado que sigue creyendo en sí misma y se niega a ser fagocitada por el conciliábulo euroamericano engendrado tras las dos guerras mundiales y la guerra fría.

Llama el autor la atención sobre el impacto que la economía china en su crecimiento tiene en los mercados energéticos y de materias primas. China, cercada por los imperialismos, ha entrado en África y Sudamérica, entre otros espacios, a la búsqueda de los vectores materiales básicos para su desarrollo. Su éxito depende en gran medida de los errores y despropósitos que los gestores del fundamentalismo democrático y el neoliberalismo han operado en los países descolonizados, arrasados por políticas "smithianas" de carácter usurario y neocolonial obvio. Los países no desarrollados prefieren tratar con China que con el FMI. Reciprocidad y esfuerzo vs. parasitismo financiero y colonización política. Los chinos actúan racionalmente, son muchos y creen en su nación y su cultura. Esto es un problema para Norteamérica y las decadentes potencias europeas gobernadas por oligarquías desnacionalizadas, tras las devastadoras guerras y paces del siglo XX, que cumplen un papel similar a la de los sátrapas persas en la época de Alejandro.

El autor llama también la atención sobre el carácter novedoso del acceso a la información digitalizada y a las redes electrónicas de comunicación en China, que no acepta consecuentemente como primera potencia internaútica cuantitativa, forjar un espacio abierto a la subversión desatada desde el exterior como la ocurrida en las "primaveras árabes". China ya conoció en su momento las guerras del opio...
Llama la atención el autor sobre los avances espaciales de quien fuera Reino Medio, que muy probablemente construya una estación espacial propia en la próxima década o haga llegar a Marte, por primera vez en la historia, una tripulación humana.

China avanza a través de las transferencias tecnológicas mediante mecánicas heterodoxas como son: la copia sistemática, la falta de respeto por el derecho de patentes o de propiedad intelectual (corsé convencional y no revelado que estrangula la creatividad en Occidente y entrega recursos ingentes a oligarquías letales) y el abaratamiento de costes que permite una economía cuya moneda y finanzas no descansan en el control del capital privado financiero occidental.

China no ha sido desarbolada antropológicamente: ni por el maoísmo, ni por el estado de bienestar occidental. Su perspectiva familiar de matiz clánico y su ideología confuciana juegan a favor. Como lo hace su moneda devaluada, que afortunadamente para ellos no cotiza en el mercado mundial, lo cual lleva al autor a calificar, injustamente a mi modesto juicio, de "parasitario" su modelo económico.

El autor se hace eco del creciente poder económico chino en España, donde cerca de un cincuenta por ciento de los comercios minoristas le pertenecen, o de las inversiones en Portugal donde diversos sectores, antes considerados estratégicos, están pasando a mano de compañías chinas.

Frente a la idea de una conspiración a lo Fu-Manchú mejor pensar que China se ha visto obligada a bregar, con su creciente población y su lamentable pasado maoísta, en los mercados mundiales y lo hace con pundonor y esfuerzo. Es en Occidente donde residen los que acosan geopolíticamente con clara vocación neo imperialista, no solo a China sino a otras potencias, utilizando métodos bélicos clásicos o guerras económicas camufladas. Como lo es la actual crisis. Aunque el autor considera que desde que China ingresó en la Organización Mundial de Comercio el gigante de Oriente ha sido responsable, por no aceptar las reglas de juego impuestas desde Washington, de provocar graves desequilibrios en las economías desarrolladas. Posición de dudosa validez a la vista del horizonte que aguarda a los españoles, sujetos al yugo de la Europa Unida y de los petrodólares, tras "el rescate" de Berlín/Bruselas y la entrega de todo rastro de soberanía económica a los grandes consorcios financieros mundiales y a la burocracia del futuro Cuarto Reich.
Es más lo que debemos imitar a China que lo que podemos temer de ella. Compartimos los mismos enemigos. Citando el autor a Confucio al final de su libro señala algo que puede ser de mucha utilidad para los españoles: exígete mucho a tí mismo y espera poco de los demás.
That is the question.

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